La herida de aquel que busca alcanzar la excelencia por primera vez
Solemos ser duros con nosotros mismos. Los proyectos y el trabajo pendiente suelen eclipsar nuestros esfuerzos actuales, pues al no ver resultados inmediatos, tendemos a minimizar el valor del proceso y el aprendizaje que estamos atravesando, considerándolo insignificante ante los ojos de los demás. Buscamos nuestro valor en los logros: algunos pueden estar orgullosos de sí mismos y usar esos logros como ancla y demostración de su capacidad, pero otros tantos como yo al no tener tal referencia en sus memorias carecen de pruebas tangibles que ''sustenten'' su confianza.
Es entonces cuando parece que se camina en la cuerda floja. Las dudas asaltan sin cesar: ¿Lo lograré? ¿Estaré a la altura? ¿Es demasiado tarde para mí? ¿Podré lograrlo a pesar de que nunca he logrado "nada" en mi vida? (Sí, solemos usar esta expresión exagerada, ¿verdad?). Y sin embargo, seguimos adelante, cargando con esa duda como una sombra persistente que nos acompaña en cada paso del camino.
Pensemos, pues, un poco en lo que está sucediendo y por qué.
El proceso creativo es un reflejo de la psique: una mente equilibrada es capaz de concentrarse en lo que tiene delante para crear lo necesario. Sin embargo, cuando la mente se contamina con expectativas de perfección, comparaciones y pensamientos catastróficos, la creatividad sufre interrupciones y no fluye naturalmente.
Y hablando de esto... recuerdo una de las conclusiones a las que llegué sobre el tema cuando, como toda adolescente tardía (término random que acuño a mis crisis existenciales), me empecé a martirizar y querer ser "menos yo y más alguien más", no solo en el ámbito del video editing sino en términos más generales, tanto de carácter como físicos. Pero pronto lo entendí: ese "alguien más" no tiene por qué tener algún mérito especial. Sí, lo repito, no tiene ningún mérito que se pueda comprobar, pues uno no sabe qué hay detrás de los logros de esa persona. Son afirmaciones tajantes, lo sé, pero déjenme explicarlo con un ejemplo:
Imagina a dos personas que se dedican a la fotografía. La primera parece tener un don natural, produce imágenes increíbles sin aparente esfuerzo y recibe elogios constantes. La segunda lucha con cada toma, estudia incansablemente, comete errores y gradualmente mejora. ¿Quién tiene más mérito? La respuesta no es tan simple como parece, porque no conocemos la historia completa de ninguna de las dos personas - sus luchas internas, sus horas de práctica, sus momentos de duda...
Aquella persona con el "talento natural" puede que haya tenido una experiencia previa en ello incluso de forma inconsciente, que su padre o madre la hayan puesto en algún curso de artes, que su cámara sea de mejor calidad porque tiene dinero, que haya tenido la posibilidad de pagar varios cursos más con los mejores profesores, o incluso (si queremos ir profundo) que su carácter se haya formado circunstancialmente para ser compatible con esta actividad.
“If only Piglet was more like me, and less like him.”
En cambio, la persona que está luchando por aprender se queda obviamente atrás en apariencia pero en mérito no: aunque parezca estar más atrás en el camino, está desarrollando habilidades fundamentales como la perseverancia, la resolución de problemas y la capacidad de aprender de los errores y todo esto por sí misma, sola en medio del caos. En ese contexto no se trata solo del resultado final, sino de todo el proceso de crecimiento y autodescubrimiento que conlleva su aprendizaje.
Piglet siempre será más Piglet que Tigger. Pero puede aprender a cultivar la valentía e intrepidez a su manera.
Existirán así cosas que por azar nos tocan desde que nacimos y otras que debemos construir con esfuerzo y dedicación. Nuestro origen, nuestro carácter, nuestra educación inicial, nuestras circunstancias familiares —todo esto forma parte de un punto de partida único que no elegimos. Sin embargo, lo que hacemos con estas cartas que nos tocaron es lo que verdaderamente define nuestro camino.
Cada uno, pues, está viviendo una vida distinta; no tiene sentido compararnos los unos con los otros, querer ser alguien más o renegar del pasado y de las propias limitaciones. La vida que tenemos tiene sus pros y contras. Las cosas que valen la pena (porque nos desafían para expandir nuestros límites) no serán naturales desde el primer momento; todo requiere tiempo, espacio y constancia para que el cerebro elabore la información que lo llevará poco a poco a la excelencia.
Las personas que, como yo, no creen haber logrado "nada" en el pasado tendrán que caminar a pesar de las dudas y las comparaciones habituales, tratando de concentrarse más en lo que hacen que en cómo lo hacen o si está bien a ojos de los demás.
Si los demás son buenos, deberíamos alegrarnos, decir ¡enhorabuena! y seguir con lo nuestro, porque sentirse víctima de todas esas personas exitosas es menospreciarse a uno mismo, dándoles una responsabilidad que no les corresponde e incluso quizá un mérito que no refleja el que nosotros en realidad tenemos frente al desafío. Así que no está mal mostrarte imperfecto y que lo estás intentando.
La conclusion de esto entonces es:
Lo que hago ahora es mi responsabilidad y mi elección. Lo que hice antes no puede ser cambiado, lo que otros han hecho no tiene que ver conmigo. No tengo que medirme en función de una persona totalmente distinta con sus propias dificultades; sería como comparar magnitudes incomparables.
Por supuesto, vivir acorde no es automático. Lo más natural es vivir con esa actitud de competencia, donde cualquiera que aparentemente esté más adelante que tú pareciera existir solo para amargarte la vida. En una ocupación creativa, la inseguridad puede rondar, pero no debería ser protagonista; la vida es bella, realmente lo es, y nosotros somos los verdaderos protagonistas de la nuestra.
¿Éxito? He llegado a percibir que en realidad el verdadero éxito es liberarse de todas esas expectativas propias, de esas culpabilidades y victimización, y simplemente hacer lo mejor posible en el momento, tomando nota de lo que no funciona para mejorarlo la próxima vez. El éxito es vivir cada día caminando firme y amorosamente; la meta no es importante, los pasos sí.
Si algo te frustra y crees que es un desafío difícil, no significa que seas un fracaso, sino que se te está dando la oportunidad de entender de forma memorable, y eso se convierte en aprendizaje a largo plazo. Todo nos sirve, incluso los desafíos hechos de cosas desconocidas, cosas que aún no entendemos del todo. Solo es cuestión de tiempo.
Y entonces tuve una idea más practica para ayudarme a actuar con coherencia a la conclusion a la que llegué. La escribí para mí misma pero que puede serte útil:
Para enfocarte en ti misma y en lo que ahora mismo estás haciendo, lo mejor antes de crear algo es establecer una intención. Visualízate trabajando con concentración, claridad y paz, y al momento de revisar las tomas o los elementos, visualiza a grosso modo el trabajo completo o la vibra que quisieras que tuviese.
Tal vez ayude hacerse preguntas sobre el estilo: cuánto tiempo puedes invertir, qué elementos creativos podrías usar y, si aún no está claro, qué estructura podrías seguir en pasos pequeños para no abrumarte.
Por último me invito y te invito que apuntar a disfrutar de ello, a no ver un problema como un monstruo que puede devorar tu valía como creativo o editor de video o, peor aún, como persona, sino verlo como un maestro que se presenta para resolver una misión que te llevará al siguiente nivel. Un aliado en vez de un enemigo. Y recordar que cada desafío es una oportunidad de crecimiento, una señal de que estamos expandiendo nuestros límites hacia nuevos horizontes.